Otro año en ARCO, de visita claro, y gratuita (que no están los bolsillos para soltar 40€ por amor al arte) esta vez de la mano de Winson&Newton, gracias.
Como siempre los primeros 20 minutos, desconcierto, quizás cegada por tanto arte, o por que no sabía por donde tirar con tanta gente. Mucha ‘gafapasta’ y móvil disparando, lo extravagante era encontrar algún visitante mirando directamente la obra, de tú a tú, sin el filtro de protección.
Galeristas cool aburridos del personal de posar, fotografiar y no comprar, aunque la obra si se veía que se vendía. Este año no ví nada controvertido, o quizás ya estoy de vuelta de todo, más de lo mismo, la troqueladora del arte sigue produciendo.
En esta ocasión lo más llamativo para mi fueron las instalaciones con movimiento lento, los mecanismos siempre han tenido su tirón. Nos quedamos abducidos con las bolitas metálicas que ruedan por una plancha, el colchón de plástico transparente que respira, el círculo que se deforma o los discos llenos de pintura de colores que giran… andamos faltos de sosiego.
